miércoles, 21 de julio de 2010
PROPONEN ESTRATEGIAS PARA REDUCIR EL USO DE ANTIBIOTICOS.




Las principales medidas son la prevención de infecciones y la utilización racional de estos fármacos. La administración de un inmunoestimulante sublingual redujo casi 60% la necesidad de antimicrobianos.


Buenos Aires, junio de 2010. La “resistencia a los antibióticos” es un problema mundial de salud pública, ya que implica la progresiva pérdida de efectividad de estas drogas, que han salvado millones de vidas. Dentro de las estrategias desplegadas se encuentran el uso racional de antibióticos y la prevención de las infecciones, que puede realizarse por medio de vacunas, inmunoestimulantes y medidas de higiene, entre otras variantes.

Entre los inmunoestimulantes, se destaca uno de administración sublingual que genera anticuerpos contra el 78 por ciento de las infecciones respiratorias y que reduciría notablemente el uso de antibióticos [1]. Expertos en infectología señalaron que aumenta la respuesta inmune del organismo ante la agresión de bacterias, previniendo afecciones propias del invierno y disminuyendo la necesidad de tomar antibióticos.

El Dr. Jorge San Juan, jefe del Departamento de Atención Intensiva del Paciente Infeccioso Crítico del Hospital de Infecciosas “Francisco J. Muñiz”, comentó que “las investigaciones clínicas han demostrado que el uso del inmunoestimulante sublingual disminuyó un 60 por ciento la necesidad de antibióticos. Se enfermaron menos personas y aquellas que contrajeron infecciones requirieron menos días de tratamiento”.

Un estudio llevado a cabo en niños con infecciones respiratorias recurrentes mostró una reducción significativa de los procesos infecciosos: el 68 por ciento de los que recibieron el inmunoestimulante sublingual permanecieron libres de infección, contra un 37 por ciento de los niños a los que se les administró otro tipo de inmunoestimulante. La duración de los episodios y el consumo de antibióticos se redujo a la mitad en el grupo tratado con el inmunoestimulante sublingual [2].

Otras medidas de prevención incluyen “mantener el calendario de vacunación al día y llevar hábitos de vida higiénicos y saludables”, afirmó el Dr. Carlos Luna, Jefe de Neumonología Crítica, División Neumonología del Hospital de Clínicas “José de San Martín”. Esos hábitos incluyen lavarse regularmente las manos, evitar reuniones con gente enferma o donde haya conglomerados de personas, no fumar ni permanecer en ambientes contaminados por el humo de tabaco, recluirse ante los primeros síntomas de malestar o resfrío y toser y estornudar en la cara interna del pliegue del codo.

“No es difícil producir microbios resistentes a la penicilina…

Podría venir un tiempo en que la penicilina pueda ser comprada por cualquier persona en una tienda.

Entonces, existirá el peligro de que la gente se autoadministre dosis bajas y exponga a los microbios a cantidades no letales de este fármaco, que los vuelvan resistentes”.

Alexander Fleming, descubridor de la penicilina, en la conferencia de recepción del Premio Nobel de Medicina, 1945 [1].

La compra de antibióticos sin receta y su uso en infecciones virales, donde no son necesarios, han conducido a un problema en crecimiento: las bacterias ‘aprenden’ a defenderse, desarrollando ‘resistencia’, y por ende los antibióticos pierden efectividad.

Cuando las bacterias están en contacto frecuente con un antibiótico, algunas de ellas pueden mutar su estructura genética, adquiriendo genes de resistencia que programan mecanismos de defensa contra ese antibiótico. Esos genes son capaces de pasar de una bacteria a otra, lo que dificulta notablemente el control de la situación.

Si bien las bacterias resistentes no son más agresivas que las demás, sí son más difíciles de eliminar; por lo que pueden sobrevivir al antibiótico y proliferar. Adicionalmente, son capaces de hacer que bacterias aún sensibles al antibiótico vuelvan a infectar a la persona y se conviertan en resistentes.

En la Argentina se han detectado casos de Staphylococcus Aureus resistentes a todos los antibióticos. En los hospitales, donde es frecuente el contacto habitual de bacterias y antibióticos de distinto tipo, suelen generarse casos de resistencia bacteriana.

Este fenómeno está ocasionando una escalada en el uso de antibióticos, que deben ser cada vez deben ser más potentes y, en muchos casos, más costosos. Para paliar este problema, la Organización Mundial de la Salud (OMS) recomendó un ‘uso racional’ de estos fármacos, dado que cuanto más se utilizan, mayor es la resistencia.

Un artículo del prestigioso Prof. Pablo Yagupsky, publicado recientemente por la Sociedad Iberoamericana de Información Científica (SIIC)[3] , señala que las causas del aumento de la resistencia son: el mal uso de antibióticos, las dosis insuficientes, la toma ‘errática’ de antibióticos, el uso de macrólidos de acción prolongada y de antibióticos de amplio espectro, y el acceso a antimicrobianos de venta libre por parte de la población.

Por ello, según el autor, es esencial la educación de los médicos y del público sobre el uso correcto de estas drogas, así como el desarrollo de tests que permitan diferenciar rápidamente infecciones virales de bacterianas, la vacunación en los niños y el incentivo a la industria farmacéutica para desarrollar nuevos antimicrobianos.


En la Argentina, cada año mueren aproximadamente 50 mil personas por enfermedades respiratorias. El Dr. Eduardo López, jefe del Departamento de Medicina del Hospital de Niños “Ricardo Gutiérrez”, explicó que en 2009 “se registraron 220 mil casos de neumonías y 230 mil de bronquiolitis, además de innumerables casos de bronquitis; lo que da un verdadero parámetro de la elevada incidencia de estas patologías, que pueden llegar a ser muy agresivas cuando afectan a las personas que integran los ‘grupos de riesgo”’.

Los más vulnerables a estas infecciones son los niños de 6 a 23 meses, las embarazadas, los mayores de 64 años, los profesionales de la salud, las personas con enfermedad cardíaca, pulmonar, renal crónica, diabetes o asma e inmunosuprimidos (cáncer, VIH y otros), que conforman en total algo más de 12 millones de personas[4] en el país.

Acerca del inmunoestimulante sublingual

El inmunoestimulante sublingual (Ismigen®, de Merck Serono) contiene fragmentos (lisado) de 48 billones de bacterias pertenecientes a las ocho especies que causan el 78 por ciento de las infecciones respiratorias. El lisado estimula el sistema inmune en general produciendo anticuerpos contra bacterias. Esto aumenta la capacidad de respuesta ante las agresiones de estos gérmenes, evitando la infección y, por consiguiente, la necesidad de antibióticos.

Esta medicación se puede administrar a adultos y niños a partir de los dos años de edad pertenecientes a los grupos de riesgo, así como a toda aquella persona que desee prevenir enfermedades respiratorias, con un esquema de 3 meses de tratamiento, a razón de una tableta por día durante diez días, descanso de 20 días y se reinicia el esquema.

Posee un buen perfil de seguridad, y no se han reportado efectos adversos indeseables asociados a su uso.

Merck Serono es la división para productos farmacéuticos de prescripción de Merck, un grupo farmacéutico y químico global. Con casa central en Darmstadt, Alemania, Merck Serono descubre, desarrolla y produce y comercializa moléculas novedosas y biofármacos para satisfacer las necesidades clínicas de pacientes que esperan soluciones. Su unidad de negocios norteamericana opera en los Estados Unidos y Canadá con el nombre de EMD Serono.

Merck Serono tiene ramas terapéuticas líderes en biotecnología que ayudan a pacientes oncológicos, con esclerosis múltiple, infertilidad, desórdenes endocrinos y cardiometabólicos.

Con una inversión anual en I&D de, aproximadamente, 1.000 millones de euros, Merck Serono se compromete a incrementar su negocio en áreas terapéuticas específicas que incluyen enfermedades neurodegenerativas, oncología, fertilidad y endocrinología, así como en áreas nuevas que surgen a partir de la investigación y el desarrollo en patologías autoinmunes e inflamatorias.


Merck es una compañía farmacéutica y química global con cuya historia comenzó en 1668 y cuyo futuro depende de 32.458 empleados en 59 países. El éxito de la compañía se caracteriza por las innovaciones de iniciativas de sus empleados. Las actividades operativas de Merck están bajo el paraguas de Merck KGaA, donde la familia Merck tiene, aproximadamente, un 70% de las acciones y el 30% restante está en manos de accionistas independientes. En 1917 la subsidiaria norteamericana de Merck & Co. fue expropiada y, desde entonces, se convirtió en una compañía independiente.

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